El exilio de la Virgen de la Peña

Publicado en Diario Córdoba, 22 de agosto de 1995, pág. 15.

Fotografías antiguas de la Virgen de la Peña

         Más de cincuenta años ya. El tiempo necesario para que puedan contemplarse los hechos sin el apasionamiento de la cercanía ni el desinterés de lo excesivamente lejano. Y a pesar de ello el silencio, ese silencio que angustia con su presencia nuestras inquietudes más vivas, suele ocultar parte de una historia no muy bien conocida. Confusa e intrigante. La historia de una Virgen que se marchó al exilio sin poder elegir. Aún hoy es recordada con resquemor por aquellas personas para quienes resulta imposible separar la historia de sus propias vivencias, aquí, sentado yo en el suelo de la calle en un caluroso atardecer de agosto en Añora y ellas alrededor, en sus sillas labradas de enea. Son un grupo de mujeres de larga edad, canosas y de piel labrada, que  hablan con la monótona placidez de quien nada espera y con el vivo orgullo de quien se siente protagonista por un momento, levantando apenas la vista de su afanosa labor de costura y uno se pregunta para qué tanto empeño. Mujeres que no ocultan su turbación en un pueblo donde todavía hay demasiados resquemores por unos acontecimientos difíciles de olvidar, mientras los padres se empeñen en  transmitir el odio junto con la memoria.

 -"Cuando empezó la guerra, los mismos milicianos, los rojos, los que quemaban iglesias y santos, propusieron salvar a la Virgen de la Peña. Que se rompan todas las cosas, pero la Virgen de la Peña no, dicen que dijeron. Fue escoltada por dos milicianos con sus fusiles hasta La Boticaria, donde estuvo escondida toda la guerra en una tinaja enterrada en el suelo".

 Nadie recuerda hoy nada sobre el origen de esta Virgen en Añora y el legado histórico documental no nos revela tampoco nada valioso. Los más entendidos dicen que la pequeña talla de madera de unos 18 centímetros de altura que representa a la Virgen de la Peña, patrona de Añora, es de origen románico y procede de aquellas imágenes que los legendarios soldados de la reconquista traían como adorno de sus caballos. Probablemente uno de ellos la abandonó en un árbol y allí fue donde se le apareció al pastor de turno, dando lugar a la tan idílica como acartonada escena.

 -"Se le presentó en una roca a un pastorcito, que por eso se llama de la Peña, y se la llevó a su choza. Pero al día siguiente la Virgen había desaparecido y el pastor la volvió a encontrar en el mismo sitio que el día anterior. Eso le ocurrió varias veces. Al final se le hizo la ermita donde apareció, porque así lo pidió ella".

Pequeña imagen de la Virgen de la Peña.

 Es la leyenda repetida mil veces por toda la geografía española para cada una de las Vírgenes. A ésta, como a todas, se le aplican historias y leyendas que pertenecen a la tradición colectiva y a la conciencia cultural de  los pueblos. Pero las vicisitudes de la pequeña Virgencita de la Peña durante la guerra civil española son algo propio y exclusivo, auténtico.

 -"Cuando estábamos refugiados en La Boticaria una mujer lo dijo: Que sepáis que con nosotros está también la Virgen de la Peña. Dijo que estaba escondida en un albañal. Dicen que dos de los más rojos del pueblo llamaron a la señorita Adriana, que era la hermana del cura, para que fuera a la ermita a por ella y después la escoltaron hasta su casa con los fusiles".

 La Virgen viste un manto que hicieron las adoratrices de Granada con bordados de oro y lleva un encaje que confeccionó con bolillos la Mariquita la rezaora. El nuevo manto se encargó para sustituir a uno viejo que  no agradaba a sus devotos, pues la Virgen de la Peña ha de tener lo mejor, porque su pueblo la adora.

 -"Una vez, hace muchísimos años, compraron otra Virgen grande, de tamaño normal, pero el pueblo no la quería. La compraron para que la pequeña no saliera de la ermita y fuera la grande la que saliera en las procesiones. Pero el pueblo no la quería. Incluso gritaban: ¡Una salve para la Virgen de la Peña chica!. A la grande no la querían. Luego, en la guerra, la destruyeron los rojos. La Virgen de la Peña, la chica, es la única imagen que se conservó".

 El patrimonio histórico religioso de Añora sufrió gravísimas pérdidas durante la guerra civil. Fueron destrozadas todas las imágenes sagradas, pinturas, el retablo mayor corintio y la totalidad del archivo parroquial, que guardaba documentos desde 1577.

 -"A mi padre y a mi hermano los obligaron a que fueran a destrozar la Iglesia. También llevaron al cura. Mi padre decía que daba pena verle, obligado a romper todo aquello. Las campanas de la torre también las rompieron, dicen que para fundirlas y hacer balas".

 La Virgen pequeñita es motivo de hermosas leyendas. Una vez se sacó en procesión en agradecimiento por haber impedido la entrada en el pueblo de una contagiosa enfermedad (¿el cólera de 1855?) que azotaba a las localidades vecinas. "Si la Virgen de la Peña/ no fuera nuestra abogada/ ya hubiera entrado en Añora/ el cólera envenenada" se canta como testimonio del suceso. También se habla de un pozo que existía en el recinto de la ermita y del que milagrosamente manaba un charquito de aceite. La tradición quería que este aceite fuera sólo para las lamparillas de la Virgen. Un día la santera cogió aceite para su casa y se rompió el hechizo para siempre.

 Según nos cuenta el historiador Francisco Moreno, Añora fue el pueblo más remiso de toda la provincia a la sublevación del 36. Las autoridades del Frente Popular continuaron en sus funciones normalmente hasta el día 23. Luego acudió la Guardia Civil de Pozoblanco, entregó el mando a la CEDA y Falange, proclamó el bando de guerra y el personal obrero hubo de marcharse del pueblo. Pocos días después, Añora fue el primer pueblo de la sierra que recuperaron los frentepopulistas para cortar las comunicaciones entre los sublevados de Dos Torres y Pozoblanco. Ahora fueron los de derechas los que tuvieron que huir, para evitar las represalias. Muchos se fueron a un cortijo de una familia de Pozoblanco, que se llama La Boticaria. La Virgen de la Peña se fue con ellos.

 -"Estuvimos allí casi cuarenta días y algunos hasta dos meses. En una habitación dormían hasta veintiuna personas y otros en las cuadras y pajares. Nos fuimos porque temíamos que bombardearan el pueblo con la aviación. Alguien dijo: Que sepáis que la Virgen de la Peña está también escondida con nosotros. Estaba enterrada en el suelo. Nosotros le rezábamos mucho a la Virgen, aunque no sabíamos dónde estaba. Ella nos salvó".

 La ermita de la Virgen está situada en las afueras del pueblo, data probablemente del siglo XVI y fue reedificada por los vecinos en el XVIII. Los más fantasiosos la suponen construida sobre un antiguo templo ibérico. Es de una sola nave cubierta con bóveda de cañón, de un vago estilo barroco, con la capilla mayor cubierta por una cúpula con linterna. Ante las dos puertas de entrada hay unos mosaicos alegóricos formados por piedras de colores sin labrar que encierran algún misterio. Durante la guerra, la ermita estuvo ocupada por los soldados, que la utilizaron como almacén. Por una puerta practicada en uno de sus muros laterales, hoy tapiada pero perceptible, se accedía a  un refugio. Su festividad se celebra el 23 de agosto, al comienzo de las fiestas locales, cuando la imagen se traslada solemnemente a la Iglesia parroquial  y permanece allí hasta el 8 de septiembre en que vuelve a su ermita para encerrarse soberana en una gran urna de cristal.

Fachada de la ermita.

 Durante los días que duran las fiestas patronales en su honor, la Virgen sale en procesión todas las mañanas, a hombros de los familiares de quien saca la Virgen, por promesa. Todo el pueblo siente mucha simpatía hacia su Virgen, según algunos la más pequeña de España, motivo irracional de orgullo como todo lo que nos individualiza. En todas las casas de Añora hay alguna imagen suya y todos los emigrantes la llevan consigo y acuden a ella en sus dificultades. Ya lo dice la copla: "Es la Virgen de la Peña/ la que más altares tiene/ que en Añora no hay ninguno/ que en su pecho no la lleve".

 La guerra civil fue dura en este pueblo y sus consecuencias no han podido ser borradas todavía. Como ocurre con la gente sencilla, deducen toda la historia de sus experiencias personales y resulta difícil hacerles ver el conjunto si se muestra contradictorio con el elemento que ellos creen poseer. Así, el tiempo ni borra ni enseña nada.

 -"Se pone el pelo de punta cuando lo pienso. Los rojos la salvaron. Si no se la llevan, la hubieran roto o se hubiera perdido, como las otras imágenes. Pero ellos no quisieron que a nuestra Virgen le pasara nada. Por eso avisaron a la señorita Adriana para que se la llevara. Juan Madrid y otro, que eran de los rojos más revolucionarios, la escoltaron con sus fusiles para que nadie le hiciera nada. La llevaron a su casa y después ella se la llevó a La Boticaria cuando la huida".

 Cuando me voy, una del grupo me hace una leve seña y me llama aparte. Me habla en tono confidencial, bajando la voz para que no la oigan las demás, con un susurro, casi llorando, con la rabia contenida de muchos años atrás. Me habla como quien tiene la clave de una historia que nunca se cuenta completa, una historia que no tiene un final feliz. Una historia en la que la Virgen no tuvo la última palabra. Así es como me habla y yo me alejo arrastrando mis manos y toda la vergüenza de ser hombre.

 -"Y después, cuando acabó la guerra, a Juan Madrid lo fusilaron por ser rojo. Había salvado a la Virgen, pero también lo mataron".